“
Esta mañana el viento se ha levantado también, como nosotros.
De tanto en tanto sopla con más fuerza y arranca nubes de pétalos de los árboles de primavera. Una de estas nubes me ha sorprendido hace unos instantes, mientras caminaba.
Los diminutos pétalos, transparentes y frágiles volaban, brillando al sol.
Me han envuelto durante unos segundos, juguetones y fugaces.
Magia de luz y flores.
Poco después he tropezado con un parterre de piedras brillantes. Gotas de rocío hacían chispear el césped con múltiples reflejos.
¡Qué gran tesoro el rocío de la mañana!
Durante el día me he cruzado muchas veces con una sonrisa. Venía intemporal hacia mí. Me ha saludado como si tal cosa. Pero yo he reconocido su linaje. Era La Sonrisa.”
Es evidente que el sufrimiento está en la raíz de toda experiencia humana. Es muchas veces, demasiadas, lo que nos hace movernos, avanzar y decidirnos a mirar en nuestro interior. También conduce a la meditación.
Pero dicho sufrimiento es solo una parte de la realidad. Le acompaña una añoranza de un estado diferente. Es un estado que hemos vivido, algo que conocemos, pues si no, ¿cómo lo podríamos añorar? No se puede echar de menos lo que no se conoce.
Buscamos la paz de espíritu, la apertura que perdimos hace tiempo…¿tal vez siendo niños? El tiempo de la infancia es múltiple, con recuerdos y vivencias muy especiales y otras tal vez dolorosas o pesantes.
En la infancia tuvimos la experiencia de la plenitud, porque los ojos del niño aún no saben de partes y de aislamiento. Tal vez de soledad si, bien lo conozco, pero no de aislamiento.
Los descubrimientos, la sorpresa ante el mundo, la sensación de infinitud, la confianza en la mano que nos cogía, el goce del juego, la risa…
En la edad adulta hemos vivido estas experiencias al enamorarnos. Tal vez al pasear por la montaña o navegar en el mar. Quizás a través del arte. O realizando ejercicios espirituales.
Pero fuera de estos ámbitos, muchas veces dichas experiencias pasan desapercibidas. No las nombramos adecuadamente.
La experiencia de lo espiritual se hace a través de ese acto de maravillarse que nos conecta por vía directa con lo trascendente.
Dichas experiencias son fuertes y frágiles a la vez. Debemos escucharlas y valorarlas.
Te invito a maravillarte, a dejarte impregnar por la sorpresa de cada día. A gozar con lo simple y a respirar los múltiples aromas del día a día.
Estas aquí y ahora. ¿Qué mejor momento para maravillarte de estar aquí y ahora?
Suéltate, abre tu pecho y tu corazón y deja que la vida te tome en una inspiración.
• Pequeño léxico a incorporar a tu vocabulario habitual:
Maravillarse: ver con admiración (Real Academia)
Admiración: mirar hacia algo, con atención y sorpresa (Diccionario Etimológico)
Maravilla: suceso o cosa extraordinaria que causa admiración (Real Academia)
Extraordinario: lo ordinario que nos maravilla y os abre interiormente (esta es mía…)
“Esta mañana el viento se ha levantado también, como nosotros.
De tanto en tanto sopla con más fuerza y arranca nubes de pétalos de los árboles de primavera. Una de estas nubes me ha sorprendido hace unos instantes, mientras caminaba.
Los diminutos pétalos, transparentes y frágiles volaban, brillando al sol.
Me han envuelto durante unos segundos, juguetones y fugaces.
Magia de luz y flores.
Poco después he tropezado con un parterre de piedras brillantes. Gotas de rocío hacían chispear el césped con múltiples reflejos.
¡Qué gran tesoro el rocío de la mañana!
Durante el día me he cruzado muchas veces con una sonrisa. Venía intemporal hacia mí. Me ha saludado como si tal cosa. Pero yo he reconocido su linaje. Era La Sonrisa.”
Es evidente que el sufrimiento está en la raíz de toda experiencia humana. Es muchas veces, demasiadas, lo que nos hace movernos, avanzar y decidirnos a mirar en nuestro interior. También conduce a la meditación.
Pero dicho sufrimiento es solo una parte de la realidad. Le acompaña una añoranza de un estado diferente. Es un estado que hemos vivido, algo que conocemos, pues si no, ¿cómo lo podríamos añorar? No se puede echar de menos lo que no se conoce.
Buscamos la paz de espíritu, la apertura que perdimos hace tiempo…¿tal vez siendo niños? El tiempo de la infancia es múltiple, con recuerdos y vivencias muy especiales y otras tal vez dolorosas o pesantes.
En la infancia tuvimos la experiencia de la plenitud, porque los ojos del niño aún no saben de partes y de aislamiento. Tal vez de soledad si, bien lo conozco, pero no de aislamiento.
Los descubrimientos, la sorpresa ante el mundo, la sensación de infinitud, la confianza en la mano que nos cogía, el goce del juego, la risa…
En la edad adulta hemos vivido estas experiencias al enamorarnos. Tal vez al pasear por la montaña o navegar en el mar. Quizás a través del arte. O realizando ejercicios espirituales.
Pero fuera de estos ámbitos, muchas veces dichas experiencias pasan desapercibidas. No las nombramos adecuadamente.
La experiencia de lo espiritual se hace a través de ese acto de maravillarse que nos conecta por vía directa con lo trascendente.
Dichas experiencias son fuertes y frágiles a la vez. Debemos escucharlas y valorarlas.
Te invito a maravillarte, a dejarte impregnar por la sorpresa de cada día. A gozar con lo simple y a respirar los múltiples aromas del día a día.
Estas aquí y ahora. ¿Qué mejor momento para maravillarte de estar aquí y ahora?
Suéltate, abre tu pecho y tu corazón y deja que la vida te tome en una inspiración.
• Pequeño léxico a incorporar a tu vocabulario habitual:
Maravillarse: ver con admiración (Real Academia)
Admiración: mirar hacia algo, con atención y sorpresa (Diccionario Etimológico)
Maravilla: suceso o cosa extraordinaria que causa admiración (Real Academia)
Extraordinario: lo ordinario que nos maravilla y os abre interiormente (esta es mía…)
“
Esta mañana el viento se ha levantado también, como nosotros.
De tanto en tanto sopla con más fuerza y arranca nubes de pétalos de los árboles de primavera. Una de estas nubes me ha sorprendido hace unos instantes, mientras caminaba.
Los diminutos pétalos, transparentes y frágiles volaban, brillando al sol.
Me han envuelto durante unos segundos, juguetones y fugaces.
Magia de luz y flores.
Poco después he tropezado con un parterre de piedras brillantes. Gotas de rocío hacían chispear el césped con múltiples reflejos.
¡Qué gran tesoro el rocío de la mañana!
Durante el día me he cruzado muchas veces con una sonrisa. Venía intemporal hacia mí. Me ha saludado como si tal cosa. Pero yo he reconocido su linaje. Era La Sonrisa.”
Es evidente que el sufrimiento está en la raíz de toda experiencia humana. Es muchas veces, demasiadas, lo que nos hace movernos, avanzar y decidirnos a mirar en nuestro interior. También conduce a la meditación.
Pero dicho sufrimiento es solo una parte de la realidad. Le acompaña una añoranza de un estado diferente. Es un estado que hemos vivido, algo que conocemos, pues si no, ¿cómo lo podríamos añorar? No se puede echar de menos lo que no se conoce.
Buscamos la paz de espíritu, la apertura que perdimos hace tiempo…¿tal vez siendo niños? El tiempo de la infancia es múltiple, con recuerdos y vivencias muy especiales y otras tal vez dolorosas o pesantes.
En la infancia tuvimos la experiencia de la plenitud, porque los ojos del niño aún no saben de partes y de aislamiento. Tal vez de soledad si, bien lo conozco, pero no de aislamiento.
Los descubrimientos, la sorpresa ante el mundo, la sensación de infinitud, la confianza en la mano que nos cogía, el goce del juego, la risa…
En la edad adulta hemos vivido estas experiencias al enamorarnos. Tal vez al pasear por la montaña o navegar en el mar. Quizás a través del arte. O realizando ejercicios espirituales.
Pero fuera de estos ámbitos, muchas veces dichas experiencias pasan desapercibidas. No las nombramos adecuadamente.
La experiencia de lo espiritual se hace a través de ese acto de maravillarse que nos conecta por vía directa con lo trascendente.
Dichas experiencias son fuertes y frágiles a la vez. Debemos escucharlas y valorarlas.
Te invito a maravillarte, a dejarte impregnar por la sorpresa de cada día. A gozar con lo simple y a respirar los múltiples aromas del día a día.
Estas aquí y ahora. ¿Qué mejor momento para maravillarte de estar aquí y ahora?
Suéltate, abre tu pecho y tu corazón y deja que la vida te tome en una inspiración.
• Pequeño léxico a incorporar a tu vocabulario habitual:
Maravillarse: ver con admiración (Real Academia)
Admiración: mirar hacia algo, con atención y sorpresa (Diccionario Etimológico)
Maravilla: suceso o cosa extraordinaria que causa admiración (Real Academia)
Extraordinario: lo ordinario que nos maravilla y os abre interiormente (esta es mía…)