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La marcha consciente

1 – Introducción 2 – Bipedestación y equilibrio 3 – Reaprender a andar: los movimientos arquetípicos ——————————————————————————— 1 – Introducción “Caminante, no hay camino. Se hace camino al andar” Antonio Machado Sentada en un banco público me dedico a observar la gente que pasa. Las personas que circulan se muestran a través de sus expresiones y gestos; el más importante y visible de todos ellos es su caminar.  ¡Hay tantas formas de caminar como personas! En ese movimiento tan cotidiano se resume toda la historia personal.  Hay quien avanza con su cabeza. Hay quien anda con los pies, bloqueando la pelvis. Hay quien anda de forma grácil y ligera. Hay andares pesados y andares de hada. Quien busca la mirada de los demás y también el que la esquiva. Aprendimos a andar hace mucho tiempo. Tardamos doce meses en adquirir nuestra verticalidad y treintaydos en desplazarnos con total libertad de movimientos. La marcha implica numerosas estructuras corporales, coordinándolas. Nuestro cerebro acabó su formación al mismo tiempo que aprendimos a andar, a hablar y a razonar (1). Todos estos aprendizajes y las experiencias de vida que tuvimos en nuestra infancia y posteriormente, hacen de nuestro andar algo muy personal. Andar tiene una dimensión externa e interna. Revela a menudo crispaciones psico-físicas profundas, que se expresan en una falta de armonía del gesto o en dolores articulares. Andar es también un gesto que nos une profundamente a la tierra y al cielo, a través de la alineación vertical, dando sentido pleno a nuestra humanidad. 2- Bipedestación y equilibrio Según el diccionario, andar es el modo de locomoción del ser humano y de ciertos animales,  encadenamiento de los pasos. ¿Te habías dado cuenta de que compartes el andar bípedo con los pájaros? En la historia de la evolución humana se produjo el pasaje entre la marcha cuadrúpeda a la bipedestación. Aun hoy en día los científicos no conocen la causa exacta de esta evolución. Diversas teorías siguen siendo estudiadas, pero es incontestable, andamos derechos, erguidos sobre nuestros dos pies. Los especialistas nos dicen sin embargo que la adaptación a la posición bípeda no está aun finalizada (2). Para ellos todos los problemas de espalda que vive nuestra sociedad están en relación con este echo. El niño tarda doce meses en poder andar. Desde su nacimiento, todo el sistema neuronal y músculo-esquelético que va a permitir la bipedestación aun no está suficientemente maduro. El esquema corporal debe completarse ya que el cerebro no ha llegado aun a su madurez . Las cadenas musculares que forman parte de la estática deben ganar en tonicidad. Es un proceso que se realiza suavemente, por etapas que se preparan y suceden las unas a las otras. Estas etapas que cada persona pasa durante su primer año de vida nos recuerdan las de la evolución de la especie. Cada persona pasa el mismo proceso. ¡Hay que « ganarse» su humanidad! Es siempre un momento especial el ver a un niño ponerse en pie por la primera vez. ¿De donde viene el impulso de levantarse? Sigue rozando el misterio del ser humano… Este logro viene dado por el buen desarrollo de las diferentes etapas en el aprendizaje de la marcha. Hay niños que tienen la tendencia a saltarse una o varias, algunos de ellos estimulados por unos padres demasiado deseosos de verlos andar. Es importante que cada etapa se realice de forma completa, que el niño tenga el tiempo de madurar su esquema corporal y psicomotor. El haber saltado etapas puede originar problemas de psico-motricidad y de lateralidad. Hay investigadores que han ido lejos en sus propuestas, buscando el mejorar las capacidades cognitivas de los niños haciéndoles rehacer ciertas etapas, incluso sometiendo a los bebes a entrenamientos intensivos de gateo (por ejemplo). La tendencia científica más aceptada es aquella que permite que el propio individuo marque su ritmo de desarrollo. El entorno debe simplemente favorecer y acompañar este desarrollo de forma natural. El cerebro madura con los movimientos que preparan la marcha. Las experiencias de la infancia y la forma en que se viven esos primeros momentos empiezan a determinar posturas y a favorecer ciertos gestos: las cadenas musculares se van tensando para soportar la bipedestación. Si bien estos procesos se realizan desde tan temprana edad, reeducar la marcha es posible gracias a la plasticidad cerebral. Rehacer los movimientos básicos que en su día fueron mal realizados o asociados a experiencias negativas da las instrucciones al cerebro para retrazar un circuito libre de interferencias: los movimientos se liberan. Ciertas emociones también.   3- Reaprender a andar: los movimientos arquetípicos Temple Fay, neurocirujano americano (años 50), realizó junto a sus colaboradores, Doman y Delacato, estudios y experiencias sobre el desarrollo del ser humano, desafiando todos los métodos practicados en esa época. Trabajaron  con niños con lesiones cerebrales y también utilizaron el trabajo de Gesell sobre el desarrollo de los niños normales. El Dr. Fay y sus compañeros observaron que los niños normales de cualquier civilización, durante su crecimiento, hacían siempre los mismos gestos estereotipados y los nombraron “patrones”. También pudieron observar que los niños que presentaban lesiones cerebrales no podían hacer algunos de estos movimientos. “Si hiciésemos hacer estos movimientos o patrones a los pacientes, aunque fuera pasivamente, ¿Sería  posible que su sistema nervioso aprendiera y más tarde los hiciera? Así lo hicimos y pudimos observar que realmente el niño lograba realizar estos movimientos”. Pero además se dieron cuenta de que a veces el desarrollo se hacía normalmente como si se hubiera quitado un bloqueo. Después de los “patrones” , fueron incluyendo otros movimientos que corresponden al desarrollo natural de los niños, como rodar, rastrear, gatear, etc. Los resultados fueron los mismos. A este procedimiento lo nombraron la Reorganización Neurológica, con esto se entiende la recapitulación del desarrollo ontogenético, etapa por etapa, siguiendo la misma secuencia que en el desarrollo normal.  Otros autores e investigadores han continuado explorando las posibilidades de estos ejercicios, tanto en niños como en adultos. Para los adultos en buen estado de salud, el realizar estos movimientos es un ejercicio de profundización en el conocimiento de sí mismo. Ciertos pequeños desórdenes pueden verse mejorados, tanto física como emocionalmente. Se mejoran la calidad de la marcha, la sensación de seguridad y confianza y la alegría. Cada ejercicio trabaja unas articulaciones, una o varias cadenas musculares, un circuito neuronal y corresponde a una etapa del desarrollo infantil y a una actitud frente al mundo. Hacer estos ejercicios permite recuperar ciertas memorias de la infancia y desbloquear emociones. Las personas viven experiencias realmente profundas y muchas veces sorprendentes, con toda simplicidad.
Este artículo es un extracto del artículo publicado con en mismo nombre en la revista  CuerpoMente  (febrero de 2013).        

                   
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