Cada tarde se levanta el viento. Mece los tallos de las gramíneas que espontáneamente han crecido en el no-jardín que habito. La yerba se va secando con la acción del sol de mayo y de ese viento, suave pero implacable. En la cocina me he puesto en modo verano, recojo toda el agua que puedo cuando friego o enjuago. En el atardecer riego con ese agua las plantitas que sí he plantado y que asoman su rostro entre los bellos yerbajos.
Me entristece ver cómo sufre el bosque, sequía y calor. Cómo seguimos sordos a sus lamentos. Todo está cambiando. Todo excepto la mentalidad humana.
Estamos delante de una gran ocasión para devenir realmente humanos. Esos valores que llamamos humanos y que idealmente nos caracterizan. Elegir la cooperación, aunque tengamos que negociar y ceder, ante la oposición; el dialogo, aunque sea difícil, todos tenemos que aprender a dialogar; ante la fuerza; elegir la compasión, que hay que aprender a cultivar, ante el desprecio y los juicios.
Las encinas me enseñan el camino de la esperanza. Secan sus hojas con la sequia y vuelven a brotar con la lluvia. Retuercen sus ramas para alcanzar la luz del sol, sin quejarse de sus compañeros y compañeras. La montaña detrás, se yergue solícitamente en silencio, creando un fondo brumoso al sol ya tardío.
Yo bebo estas imágenes, recopilándolas con mi atención, como queriéndolas proteger.
No sé cómo será el futuro, pero si sé que todo futuro se forja en el presente.
Meditad, meditemos más que nunca. Por nosotras, por las encinas y los yerbajos, por la montaña y el sol y el viento. Por centrarnos, por actuar desde nuestro centro, desde ese conocimiento de nuestra sombra y de nuestra fuerza.
Meditemos, porque cuando meditamos estamos unidos y unidos somos más fuertes. Unidos somos bosque.
Laia Monserrat
prácticas zen para meditadores experimentados
¡céntrate! enseñanzas zen para el autoconocimiento
Qué belleza de texto. Una invitación amable a la apertura de lo que verdaderamente somos y hemos olvidado. Gracias Laia 🤍
Gracias Núria, un abrazo.
Siempre he intuido que la meditación no sólo nos transforma sino que transforma nuestro entorno. Si somos bandada que vuela ese poder se multiplica y es capaz de despertarnos de egoismos y volvernos fraternidad, realmente humanos.
Gracias Laia. Un gran abrazo,
Qué bonito lo dices. Gracias Federico.
Un abrazo.
Desde el último encuentro, estoy meditando más que nunca. Meditando para enraizarme, para sentir el acto justo en el momento justo, la palabra adecuada en su debido momento, y cómo no, el silencio oportuno.
Gracias Laia.
¡Me alegro mucho, querido Aritz!
espero que nos reencontremos pronto. Un abrazo