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La decisión de las amapolas

Ha hecho unos días de frío. Aún sigue llegando el aire fresco que viene desde el Pirineo recién nevado. Las nubes finas se extienden por el cielo en capas que se van abriendo poco a poco, mostrando un tímido cielo azul. El sol se ha abierto paso camino de medio día y acaricia montañas y valles. En el prado las amapolas están cerradas. Hay amapolas naranjas y rojas. Algunas han abierto un poco su corola, muy poco aún. Otras permanecen firmemente cerradas. Es como si cada amapola estuviese valorando qué hacer. Reciben los mismos rayos de sol, el mismo aire, tienen la misma humedad en la tierra en la que se enraízan, sin embargo, reaccionan con ritmos distintos. Veo su comportamiento y me gusta. Cada amapola decide qué hacer. Sin prisas, sin precipitarse. Algunas son más atrevidas y se arriesgan a abrir un poco dos pétalos o tres. Antes de que llegase el frio estaban todas abiertas desde que el sol las tocaba por la mañana. Han pasado los días de frío cerradas completamente. Han aguantado los chaparrones y el viento cerradas, en una postura decidida. Ahora no tienen prisa por abrirse de nuevo. ¡Qué gran lección para muchos humanos, siempre tan ocupados! ¡siempre tan exigentes! Tenemos que hacer, tenemos que soportar todas las condiciones dando lo máximo de nosotros mismos … Hay un momento para esperar y otro para actuar. En el esperar no hay error. Sin embargo, a cada cual le toca decidir cuando las condiciones son las favorables para actuar.  Pero, ¿quién decide en nosotros? ¿el miedo? ¿la ansiedad? ¿la experiencia? Cualquier decisión implica un riesgo. No decidir también es arriesgado. La vida de la amapola es abrirse, atraer insectos para polinizar y polinizarse. Cada una de ellas hace lo que puede. A donde una no llega, otra la sustituye y sigue con la labor. La vida nos enseña que no podemos empujar el rio. También nos enseña que hay que ponerse en marcha cuando toca ponerse en marcha. La sutileza de las flores es fuente de inspiración. Vivir es sentir el presente, con toda la experiencia del pasado y también con proyección hacia el futuro. Laia Monserrat
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  1. Me vienen recuerdos de los veranos que pasaba en la Segarra, entre campos de trigo y cebada. En los márgenes estaban las amapolas para, con el rojo de sus pétalos, dar más color al verde de las espigas .
    La paradoja es que muchos de los que viven en esta exigencia impostada acaban recurriendo a las propiedades farmacológicas de la amapola para dormir. Y que fácil lo tendrían con tan sólo mirar a la amapola como lo narras en tu post ! Gracias !!

    • Pues qué razón tienes, Jordi, la adormidera o amapola… aiggg… muchos recurren a las propiedades farmacológicas, de esto tú sabes mucho como farmacéutico… y otros a las substancias derivadas, también conoces mucho de esto como químico, drogas de alto poder adictivo, en un vano intento de soportar tanto dolor de vivir. Y ellas tan ajenas a nuestros ires y venires…

  2. “Hay un momento para esperar y otro para actuar”…..¿cómo saber cuándo actuar? Gran pregunta….y no tengo una respuesta….ni siquiera estoy seguro de que haya una respuesta…

    ¡Gracias Laia!

    • Aritz, por supuesto que sí que hay una respuesta. Si las amapolas se abriesen cuando hace frío, se morirían sin haber cumplido su misión. Si se quedasen cerradas cuando hace sol, lo mismo. Su decisión es vital, tienen poco margen de error. Si tu hijo se está cayendo, correrás para cogerlo, actuarás sin pensar y estarás haciendo lo más lógico, lo más razonable y lo más adecuado, impedir que se estampe. Lastimosamente la mente nos puede llevar a embrollos en los que lo complicamos todo y desoímos aquello que es básico y vital… ¡Un abrazo!

  3. Que bonita contemplación Laia.
    Todos lo momentos son mágicos y trascendentes.
    Hoy leía el koan
    “Cuenta las estrellas del cielo”
    Cuando ponemos objeciones al momento y lo valoramos como un momento intermedio, un error y no lo consideramos habitable nos perdemos la sensación del inmenso trasfondo que está detrás de todo cuanto hacemos.
    No hay momentos intermedios…esperar en un caravana de vehículos, en una cola del supermercado, en un andén de metro, o contando estrellas.
    Cuando percibes ese trasfondo nada es aburrido…Ni el engañoso gris de una pausa, ni la amapola cuando espera.
    “Baja el liston”
    Aconsejaba William Stafford a los poetas.
    Siempre agradecido a la belleza de lo que escribes, un abrazo.

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